Dos días y medio después de nuestra llegada a Estocolmo, tocaba decirle adiós no sin antes prometer que volveríamos a esa ciudad que tanto nos había fascinado. El siguiente objetivo era Copenhague. A las 05:21 de la madrugada cogíamos un tren directo que en poco menos de cinco horas nos dejaba en la capital danesa. Era la primera vez que utilizábamos nuestro pase Interrail. Habíamos logrado dormir un rato tras descubrir que los seis asientos de nuestro vagón se convertían en tres plácidas camas.
Al salir de la estación central lo primero que nos llamó la atención fue que el parking de la misma estaba abarrotado de bicicletas. No es de extrañar que la capital danesa pueda presumir de ser una de las ciudades más ecológicas del mundo. ¡Una pasada!
Era temprano y estábamos un poco desubicadas aún pero sin prácticamente planearlo nos topamos con la Plaza del Ayuntamiento (Rådhuspladsen). Se puede decir que es el centro neurálgico de la ciudad. El edificio fue construido en 1903 y su fachada está adornada con multitud de esculturas de la mitología nórdica. Echar un vistazo por dentro merece la pena (es gratis) porque se puede contemplar el reloj astronómico de Jens Olsen, una joya de la ingeniería de la primera mitad del siglo XX.
Además del Ayuntamiento en la plaza destacan la escultura de Hans Christian Andersen, el escritor más famoso del país, o la columna coronada por dos músicos tocando el lur, un instrumento que se usaba en los pueblos escandinavos durante la Edad Media.
La mochila empezaba a pesar por lo que una vez admirada la plaza pusimos rumbo a nuestro hostel con las indicaciones que llevábamos anotadas previamente en un folio (qué dura la vida con roaming). Estaba a un paseo pero lo de coger el transporte público no entraba en nuestros planes en una ciudad ‘abarcable’ a pie. Por el camino, que duró una media hora, paramos a desayunar.
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Alojamiento en Copenhague
Volvimos a compartir habitación para ahorrar en alojamiento. Una cama en litera en habitación de diez al módico precio de 20 euros la noche. Las estancias estaban muy limpias y disponía de un bar y zonas comunes con un par de ordenadores para realizar gestiones (imprimir billetes, reservar entradas, etc..).
Copenhague puede presumir de tener una inmensa oferta en hostel pero si pensáis en compartir habitación por la experiencia que tuve yo recomendaría Sleep in heaven. Está situado en una zona muy tranquila y en un paseo estás en el centro sin necesidad de coger autobús.
Qué ver en Copenhague
Recorrimos la ciudad a pie, sin utilizar el transporte público para nada. Es algo que te recomendamos si la situación en la que viajes lo permite porque Copenhague es una ciudad abarcable para recorrerla caminando o, por supuesto, en bicicleta. Este es el recorrido que hicimos durante el primer día.
Stroget
Es la arteria principal de Copenhague. Me refiero a Stroget o, lo que es lo mismo, la calle peatonal más larga de Europa. Como te puedes imaginar, tiendas y restaurantes para todos los gustos –y por supuesto grandes cadenas- se ubican en esta vía. Todas las veces que la recorrimos, y fueron unas cuantas, la encontramos llena de vida, de gente y de artistas callejeros.
Stroget es el centro neurálgico de la ciudad ya que la calle sirve como nexo de unión entre el Ayuntamiento y los famosos canales de Nyhavn.
El Palacio Real de Christianborg
Una de nuestras primeras paradas fue el Palacio Real de Christianborg, actualmente sede del Parlamento danés, que puede presumir de ser el único del mundo que alberga bajo un mismo techo las tres ramas del poder: ejecutivo, legislativo y judicial.
En el mismo emplazamiento se han construido diversos palacios que acabaron desapareciendo bien por la mano del hombre o de la naturaleza. El edificio actual fue inaugurado en 1928 bajo las directrices del arte neobarroco.
Como anécdota os diré que al mismo tiempo que te dan la entrada te dispensan también dos ‘calzas’ desechables para ponerte en los pies con el objetivo de que el suelo no sufra ningún tipo de daño (y de paso limpias el suelo). Estos nórdicos siempre tan prácticos. La verdad que no nos había pasado nunca, ni hemos vuelto a vivir esta experiencia en ningún otro palacio que hayamos visitado.
En el interior de Christianborg destacan el Salón del Trono y el Salón de Terciopelo. Al primero se asoman los monarcas daneses cuando son proclamados y está decorado con tapices que representan los acontecimientos más importantes de la historia del país. El segundo también se conoce como el salón de Alejandro puesto que cuenta con friso en el que se representa la llegada de Alejandro Magno a Babilonia.
También es interesante subir a la torre que con sus 100 metros es la más alta de la ciudad.
El precio de la entrada depende de lo que se visite. Un ticket combinado cuesta 110 coronas (14€) para los adultos y 55 coronas (7€) para los menores de 18 años.
Nyhavn
Después de la Sirenita, el Puerto Nuevo es el segundo punto más famoso de la capital danesa. A diez minutos de Stroget encontramos el Nyhav, un lugar con mucho encanto que aúna historia, ocio y gastronomía. Las fachadas de colores y los barcos amarrados en el canal han convertido este lugar en uno de los más fotografiados.
Si bien ahora es una de las zonas más turísticas, antaño los alrededores de este canal estaban frecuentados eminentemente por marineros y prostitutas. El barrio ha sabido cambiar su imagen y lejos de ser un lugar marginal ahora luce como un punto de ocio indispensable para los propios copenhagueses.
Como curiosidad cabe destacar que el escritor Hans Christian Andersen vivió en dos casas del Nyhavn (la 18 y la 20) y desde allí escribió su famoso cuento ‘La Princesa y el Guisante’.
Si el tiempo lo permite puedes dar un paseo en barco que recorre todo el canal y durante una hora pasa por algunos de los puntos de interés más famosos de la ciudad mientras un guía va dando explicaciones acerca de la historia de la ciudad. Hay varias empresas que ofertan estos circuitos. Una de las más reconocidas es esta. Por increíble que parezca los precios son más que razonables -6 euros para los adultos y 3 para los niños- debe ser lo único económico en este país :P.
Iglesia de mármol
En nuestro paseo nos topamos con Marmorkirken, que, para los que no sepáis danés, significa literalmente iglesia de mármol. Recuerdo que la vi por primera vez desde la otra punta de la calle y mi primer pensamiento fue “esa cúpula la he visto yo antes”. Y es que el escultor Ferdinand Meldhal se inspiró en la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano para techar esta iglesia cuya construcción duró la friolera de 150 años. Lo que en un principio se concibió como un edificio rococó acabó moderándose y hoy en día podemos disfrutar de un bonito templo barroco.
La cúpula, con 31 metros de diámetro, es la más grande de todos los países nórdicos. Se puede subir y contemplar las vistas de la ciudad desde arriba. El problema es que el horario de visitas es bastante irregular y está limitado a un número de personas al día. Pero todo es probar.
Castillo de Rosenborg
Dando un agradable paseo llegamos hasta al castillo de Rosenborg que se encuentra en mitad de un bonito jardín y situado en el centro de la ciudad. Fue construido en 1906 como residencia de verano bajo el reinado de Christian IV en un estilo renacentista al más puro estilo danés.
El castillo alberga un museo dedicado a la evolución de la corona danesa y se pueden recorrer algunas estancias reales. Para entrar tendrás que abonar una entrada de 105 coronas si eres adulto, 70 si eres estudiantes y tendrás la entrada gratuita si eres menor de 17 años.
En nuestro segundo día en la ciudad decidimos tomarnos un respiro por la mañana haciendo una de las visitas que recuerdo con más cariño de este viaje. ¿El parque de atracciones más antiguo de Europa?
Tivoli
Más adelante haremos un post más detallado porque que el lugar lo merece. El parque de atracciones Tivoli abrió sus puertas en 1843, lo que lo convierte en uno de los más antiguos del mundo. Si viajas con niños es una visita imprescindible. Si no es el caso también te recomienda que pases unas horas en estos jardines. Las atracciones solo están abiertas entre abril y septiembre pero el resto del año los jardines, la sala de conciertos y los restaurantes siguen funcionando.
Confieso que no soy muy valiente en esto de montarme en atracciones por lo que no me decidí a subir la silla voladora, pese a la insistencia de mi compañera de viaje. Unos días después nos resarcimos en otro parque de atracciones encantador: el Prater de Viena.
El Tivoli está ubicado en el centro de la ciudad. A dos pasos de la estación central y del Ayuntamiento. La entrada cuesta 100 coronas (13 euros) pero funciona como una feria. Pagas por cada atracción en la que te quieras montar.
Palacio de Amalienborg
A Copenhague palacios no le faltan. Tras visitar Christianborg y Rosenborg, en nuestro último día en la ciudad quisimos conocer la residencia de invierno de la familia real danesa: el palacio de Amalienborg. Algunas nos conformamos con cambiar el armario de verano a invierno, otros cambian de palacio. Así es la vida. En realidad no es solo un palacio, sino cuatro. Ya que son cuatro los edificios que se distribuyen en torno a una plaza presidida por una estatua ecuestre del rey Frederick V. Por supuesto, quien encargó la construcción de este complejo.
En esta ocasión no visitamos su interior, sino que nos dedicamos a pasear por sus alrededores donde se respiraba un ambiente tranquilo. Está considerado uno de los máximos exponentes de la arquitectura danesa, por lo que si podéis no dejéis de visitarlo. La entrada cuesta 95 coronas (12,80 euros).
Por cierto, con tanto palacio cabe aclarar que si queréis ver el cambio de guardia tenéis que dirigiros hasta aquí. Lo hacen a las 11.30 horas pero solo los días que la reina se encuentra en el interior del palacio.
Ópera
En nuestro paseo por el Copenhague ‘más alejado’ descubrimos un edificio vanguardista que resultó ser la ópera, inaugurada en 2005. Nosotras nos dimos una buena caminata pero se puede llegar cómodamente en el barco-bus que te comentaba arriba o en metro (parada Kongens Nytorv).
De momento, la única forma de visitarla por dentro es comprar una entrada para algún espectáculo.
Sirenita
El símbolo de Copenhague. París tiene su Torre Eiffel, Nueva York su Estatua de la Libertad y la capital danesa posee la Sirenita, la afamada escultura inspirada en la del cuento de Christian Andersen, que luego fue llevada al cine por Disney.
Se instaló en su actual ubicación, bastante alejada del centro por cierto, en el año 1913. Desde entonces la escultura de bronce ha sufrido todo tipo de ataques. Ha aparecido de diferentes colores, ha perdido el brazo e incluso la han decapitado en dos ocasiones. Pero ahí sigue, siendo el reclamo de turistas pues es el monumento más visitado de Copenhague.
Llegamos hasta la escultura dando un agradable paseo, ya que se encuentra en un bonito entorno.
Kastellet
Ese agradable entorno es Kastellet, una de las fortificaciones mejor conservada de Europa. Su construcción se inició en 1626 por el rey Christian IV para reforzar la seguridad de la muralla defensiva de la ciudad. Actualmente sigue teniendo uso militar pero es, además, un punto de interés turístico. Hay varios puntos imprescindibles como los jardines Langeline.
O la fuente de Gefión. Fue donada por Carlsberg (sí, el de la cerveza) a la ciudad cuando cumplió 50 años. Según cuenta la leyenda, un rey sueco prometió a la diosa Gefión que todo el territorio que pudiera arar en una noche sería suyo. ¿Qué hizo? Convertir a sus cuatro hijos en bueyes con el objetivo de arar el máximo posible de tierra. Al amanecer, todo el territorio arado fue arrojado al mar danés creando la actual Setlandia. La isla sobre la que actualmente se asienta Copenhague.
Dentro de la fortificación también visitamos Saint Alban, la única iglesia anglicana de Copenhague. Nos llamó la atención su exterior, tan diferente al estilo danés, y no dudamos en entrar para hacer una visita.
Este día realizamos una última visita muy muy curiosa. Pero eso os lo contamos en el próximo post de Copenhague.